Para poder hablar de términos como
monopolio, oligopolio, monopsonio y competencia monopolística, es necesario
primero aclarar la definición de competencia.
Competencia se refiere a la existencia de
un gran numero de empresas o personas, las cuales realizan la oferta y venta de
un producto (son oferentes) en un mercado determinado, en el cual también
existen unos personas o empresas, denominadas consumidores o demandantes, las
cuales, según sus preferencias y necesidades, les compran o demandan esos
productos a los oferentes.
Sin embargo, en algunos casos, la
competencia se presenta con distinta intensidad y en diferentes niveles, que
hacen que aparezca un sistema de clasificación diferente. Esta clasificación
depende también de la cantidad de control que sobre los precios puedan tener
tanto el que ofrece como el que demanda, la variedad de los bienes que se
encuentran en el mercado y la facilidad con la que nuevos oferentes entran al
mercado.
Existen dos tipos de competencia: la
competencia perfecta y la competencia imperfecta. La competencia perfecta se
refiere a aquella en la cual el número de personas o empresas que ofrecen y
demandan un determinado producto es tan grande que dicho número se puede
considerar infinito, así mismo, no existen barreras a la entrada de nuevos
oferentes del mismo producto y de esta forma ningún oferente o demandante tiene
control sobre el mercado ni sobre el precio con el cual se negocia el producto,
ya que la cantidad que cada uno aporta a la cantidad total del producto
negociado es tan insignificante que se hace imposible tener control sobre el
precio y la cantidad de producto negociada. En este caso, tanto los productores
como los consumidores serían “tomadores de precios” porque aceptan y negocian
con los precios que se presenten en el mercado para los diferentes bienes.
Tendríamos, entonces, un mercado perfectamente competitivo, que se presenta más
como un desarrollo teórico que como una situación real.
Por otro lado, existe la llamada
competencia imperfecta, la cual se ajusta más a la realidad que la noción de
competencia perfecta. A continuación se nombran los casos más importantes de
competencia imperfecta:
El monopolio
Este es el caso en el cual, para un
producto, un bien o un servicio determinado, solo existe una persona o una sola
empresa (monopolista) que produce este bien o servicio. Se debe tener en cuenta
que este bien o servicio no tiene un sustituto; es decir, ningún otro por el
cual se pueda reemplazar sin ningún inconveniente, por lo tanto, este
producto es la única alternativa que tiene el consumidor para comprar.
¿Qué sucede en este caso? Que el productor
de este bien tiene una gran influencia y control sobre el precio del bien,
puesto que aporta y controla la cantidad total que se ofrece en el mercado,
convirtiéndose, así, en un “formador de precios”.
El monopolista no tiene competencia
cercana, puesto que existen barreras a la entrada de otros productores del
mismo producto. Estas barreras pueden ser de distintos tipos (barreras legales,
tecnológicas, o de otro tipo), y se convierten en obstáculos que los posibles
nuevos productores no pueden atravesar.
Actualmente, en muchos países existen leyes
antimonopolios. Los monopolios, por el gran control que tienen las empresas o
las personas productoras, se pueden prestar para que éstas cometan grandes
abusos en contra de los consumidores; igualmente, los monopolios traen grandes
problemas para el avance tecnológico de los países, puesto que, al tener pleno
control en el mercado, no tienen ningún incentivo para mejorar su forma de
producción e incorporar tecnología, que es lo que se obtiene a través de la
competencia. Con este tipo de leyes, los gobiernos buscan incentivar la
competencia y, así, lograr que el consumidor pueda tener acceso a más y mejores
productos a precios más razonables.
La competencia monopolística
En este tipo de competencia, existe una
cantidad significativa de productores actuando en el mercado sin que exista un
control dominante por parte de ninguno de estos en particular.
La cuestión clave en este caso es que se
presenta una diferenciación del producto; es decir, un producto en particular,
dependiendo del productor, puede tener variaciones que le permitan ser, en
algún aspecto, diferente a los demás productos similares hechos por otras
empresas. La competencia, entonces, no se dará por precios sino, por ejemplo,
por la calidad del producto, el servicio durante la venta o posventa, la
ubicación y el acceso al producto, la publicidad y el empaque, etc.
Otra característica para destacar de la
competencia monopolística es la de la fácil entrada y salida a la industria por
parte de los productores. Un gran número de productores de un bien determinado
permite que las empresas no necesiten grandes cantidades de dinero, ni un gran
tamaño, para competir; los costos, sin embargo, se pueden incrementar por la
necesidad de buscar diferenciarse de los demás competidores.
Un ejemplo de este tipo de competencia
puede ser el mercado de ropa para mujeres. Los productores, aunque se dedican a
producir ropa para mujeres, no hacen vestidos iguales a los de los otros, pues
los productos de uno u otro son diferentes por calidad, diseño, servicio en la
venta, etc., haciendo que cada producto sea diferente de otro sin por ello
dejar de ser ropa para mujeres.
El oligopolio
Este caso se da cuando existe un número
pequeño de empresas de un mismo sector, las cuales dominan y tienen control
sobre el mercado.
Estas empresas pueden producir bienes o
servicios iguales (como lo son productos como el acero, el cemento, el alcohol
industrial, que físicamente son iguales y difícilmente diferenciables) o bienes
o servicios diferenciados por algún aspecto en particular, como es el caso de
productos como los cereales para el desayuno , los detergentes o algunos
electrodomésticos.
Este es un caso muy similar al monopolio,
sin embargo, el poder no se concentra en un solo productor, como sucede en el
monopolio, sino en un grupo pequeño de productores. Cada uno de los
productores, dado que produce una cantidad significativa del total, tiene un
control importante sobre el mercado, lo que le da poder de intervenir y
manipular los precios y las cantidades del producto en el mercado. De esta
forma, hay más de un producto del mismo tipo en el mercado, pero, debido al
control y poder que estas empresas tienen, aparecen los mismos problemas y
limitaciones que impone el monopolio.
Una de las barreras de entrada más comunes
que impone el oligopolio, es la cantidad de dinero necesario para ingresar a
ese selecto grupo de productores que existen en el mercado. Ante la existencia
de productores tan poderosos en el mercado, un nuevo productor que desee
ingresar a él necesitaría una cantidad muy grande de dinero que le permitiera
competir sin ser eliminado tempranamente del mercado.
El monopsonio
Éste implica un análisis del poder del
mercado, no analizado desde el lado de los productores, sino desde el de los
compradores.
El monopsonio aparece cuando en un mercado
existe un único comprador. Éste, al ser único, tiene un control especial sobre
el precio de los productos, pues los productores tienen que adaptarse de alguna
forma a las exigencias del comprador en materia de precio y cantidad. Esto le
permite al comprador obtener los productos a un precio menor al que tendría que
comprarlo si estuviera en un mercado competitivo.
También existe, en el análisis del poder
del mercado referido al consumidor, el análisis del oligopsonio, en el cual, en
un mercado, no existe un solo consumidor, sino un número pequeño de
consumidores en los cuales se deposita el control y el poder sobre los precios
y las cantidades de un producto en el mercado. Por lo tanto, los beneficios se
concentrarían en los consumidores, pero no en los productores, los cuales ven
empeorar su situación al no recibir un precio razonable por los productos que
elaboran.
Los ejemplos de oligopsonios son más
frecuentes que los de monopsonio puro. Un ejemplo pueden ser los fabricantes de
automóviles en un país como Japón. Para los fabricantes de sillas para
automóviles sólo existe un número reducido de compradores, que son las pocas
empresas ensambladoras de automóviles japonesas, quienes, por lo tanto, podrán
controlar las cantidades y precios de las sillas para automóviles, puesto que
son los únicos compradores en el país de ese producto.